Las cláusulas MAC (en inglés, material adverse change) tienen su origen en el derecho anglosajón y tradicionalmente se han venido utilizando para ayudar a las partes a regular la incertidumbre intrínseca de operaciones complejas como las adquisiciones de empresas.

Concretamente, en aquellas operaciones en las que la firma del contrato (closing) difiere en el tiempo de la ejecución de la operación (completion), puede ocurrir que se produzcan circunstancias imprevistas que hagan que una de las partes (generalmente la compradora) vea frustrado su negocio. En estos casos, las cláusulas MAC condicionan el cierre de la operación a que no se produzcan determinados hechos negativos, relevantes y sobrevenidos, que supongan un cambio sustancial respecto de la situación existente en el momento de la firma del contrato y, en caso de que tuviera lugar un efecto o cambio adverso sustantivo o significativo, facultan para resolver el contrato o renegociarlo.

Las cláusulas MAC también pueden ser de utilidad en aquellas operaciones en las que una parte del precio de compra se vincula a la obtención de determinados resultados económicos o financieros. Normalmente, las fórmulas de earn out o de precio variable, suelen tener en cuenta unas previsiones de resultados realizadas bajo criterios de normalidad que se pueden quebrar si surgen circunstancias imprevistas.

Para dotar a estas cláusulas las de la máxima seguridad jurídica, es esencial definir con el máximo detalle aquellas circunstancias que van a considerarse como sustanciales o materiales y que, por tanto, van a habilitar a una de las partes para desistir de la operación.

Precisamente estas cláusulas han cobrado más sentido que nunca con las crisis del Covid-19 y la guerra en Ucrania, que se han configurado como una situación de todo punto insólita y extraordinaria, que, entre otros resultados, han producido consecuencias en las relaciones contractuales.